Antropoceno: la potencia sin control no sirve de nada

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Antropoceno y Capitaloceno: entre estos dos neologismos se esconde uno de los debates que más relevancia va a tener en el siglo XXI. Por lo que simplemente supone asumir que ése, y no otro, es el debate. Y por supuesto, por cualquiera que sea la elección final. 

Pero antes de profundizar, un poco de historia: Antropoceno es un término acuñado en el año 2000 por el químico y Premio Nobel holandés Paul Crutzen, con él pretendía remarcar el paso a la época geológica en la que la las fuerzas conscientes e inconscientes de la humanidad habían logrado superar al poder de las fuerzas de la naturaleza.

Comenzó entonces a producirse este debate crucial. ¿Es cierto que ya hemos desarrollado tanto nuestro poder como para controlar los procesos naturales? Nada más lejos de la realidad. La verdad es que hemos desarrollado la fuerza, pero tal y como rezaba aquella acertada campaña publicitaria “la potencia sin control no sirve de nada”. 

Ahora mismo apenas existe ya debate, hemos desarrollado ese poder de cambiar el clima, de dejar nuestra huella indeleble en la biología, la geología y la ecología de la Tierra. Sin embargo, lo hemos hecho para mal. La tasa de extinción de especies es más de 1000 veces superior a la que sería natural. Equiparable a la de los cinco eventos de extinción masiva previos, y este acelerón lleva nuestra firma. En la actualidad ya más de 9 de cada 10 grandes animales del mundo, o son humanos o animales domesticados. Hace 10.000 años, el Homo –que se autodenomina- Sapiens representaba menos del 1% del peso total de los mamíferos del planeta.

Además, en la geología –que es donde se produce principalmente el debate sobre el cambio de época- hay distintas formas de medir nuestro impacto:

-El plastiglomerado: En una playa hawaiana, un grupo de geólogos descubrió un tipo de roca que se ha hibridado con un tipo de plástico fundido que actúa como cemento, conjuntando material volcánico, arena de playa, conchas de molusco o fragmentos de coral. Los responsables del descubrimiento argumentan que es un tipo de mineral abundante –habrá de otras consistencias y formas- y que se podrá utilizar en el futuro lejano para señalar el periodo geológico en el que la especie humana vivió en la Tierra.

-La radiación: el otro marcador que se suele argumentar para fechar el principio del Antropoceno es quizá la señal definitiva de este nuevo tiempo: los isótopos radiactivos procedentes de los ensayos de las bombas nucleares, cuyo rastro durará unos 4.500 millones de años, tantos como tiene la Tierra. El Antropoceno por tanto habría comenzado el 16 de julio de 1945, cuando Estados Unidos hizo explotar la primera bomba en Alamogordo, Nuevo México.

Y llegamos a la ecología, al clima. Aquí se encuentra quizá la parte más importante del cambio de época. Deberíamos estar acercándonos a una era glacial, que es lo que nos correspondería si siguiésemos los patrones de las variaciones orbitales –ciclos de Milankovitch- que determinan el tránsito entre períodos glaciales e interglaciales, pero lo que hemos hecho con nuestras emisiones de gases de efecto invernadero es saltarnos ese periodo y dirigirnos peligrosamente hacia lo que los expertos denominan como Cambio Climático Desbocado (Runaway Climate Change) que nos acabaría dejando en un estado irreversible a escala humana, la temible Tierra Invernadero (Hothouse Earth). 

Un poco de CO2 de más nos podría haber venido muy bien, para estabilizarnos del todo en una época climática que de otro modo habría ido tendiendo al enfriamiento. Desgraciadamente, nos hemos pasado, y por mucho. De nuevo, la potencial sin control no sirve de nada.

Actualmente ya tenemos en la atmósfera una cantidad de CO2 que como mínimo hace 2 millones de años que no se alcanzaba, aunque hay estudios que la retrasan mucho más atrás, hasta 23 millones de años. El Holoceno, esa época de clima estable y amable que ha permitido prosperar a nuestra civilización se inició hace apenas 11.700 años, tras la última glaciación. Ningún humano ni nada que se le parezca ha convivido con una atmósfera similar a la que ahora mismo respiras.

Por todo ello el Antropoceno, se podría definir como “la unidad de tiempo geológico bajo la cual los seres humanos estaríamos modificando con nuestras acciones los patrones o ritmos naturales de cambio de la Tierra, sacando con ello al planeta de su variabilidad natural”.

No solo existe un Grupo de Trabajo sobre el Antropoceno, que tiene la misión de determinar si ha ocurrido el cambio y cuando datarlo. La cultura se está llenando de referencias hacia el Antropoceno, como asumiendo que ese es el término correcto. Destacables son el fantástico documental canadiense Anthropocene (2018), obra de Jennifer Baichwal, Nicholas de Pencier y Edward Burtynsky. El libro de Roy Scranton Aprender a morir en el Antropoceno, o el álbum Miss Anthropocene, de la cantante –y también canadiense- Grimes. 

Y entonces, llegó Jason W. Moore. Este profesor de Historia Universal en la Binghamton University y coordinador de la World-Ecology Research Network propuso hace unos pocos años que eso de llamar a la nueva época Antropoceno era un poco injusto, que no todos los “antropos” somos igual de responsables, y que el verdadero responsable es el sistema socio-económico.

La respuesta a la pregunta que plantea este debate quizá se encuentre entre ambos términos: aunque el impacto que ha supuesto el capitalismo es innegable, sin duda ha habido problemas graves –e incluso colapsos- en civilizaciones anteriores al capitalismo. Quizá, simplemente, nuestro sistema socio-económico sinsentido ha acelerado una tendencia natural de desborde de la vida en su estado inconsciente. Por eso, si hay una solución a este embrollo, es adquirir consciencia de especie, tratar de organizarnos colectivamente para no traspasar los límites planetarios. No tanto desde la razón solo, sino desde la empatía.

Porque existe otra acepción para el término Antropoceno, aquella que pretende “vender” que es la época del triunfo, de la dominación de la raza humana sobre las fuerzas de la naturaleza. Pobres de aquellos que piensen eso, porque más grande será la caída. Ya apenas tenemos tiempo para darnos cuenta de que la Tierra no es nuestra, sino que nosotros somos de la Tierra.

 

 

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Juan Bordera

Journalist and content creator.

06 mayo 2022 — Juan Bordera

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