CULTURAS REGENERATIVAS O BARBARIE

>>> 3 minutos

Aunque los medios de “comunicación” de masas se empeñan con ahínco en confundirnos, cada vez más personas estamos viendo la realidad  más clara y nítida. Desgraciadamente está siendo a golpe de shock. Las sucesivas crisis que nos vienen golpeando (sanitaria, económica, climática, bélica, energética…) tienen en gran parte que ver con este mundo acelerado e hipercomplejo que hemos construido. Nos sostiene un endeble pie de petróleo, cada vez más escaso, y un pie de glaciar, cada vez más en fase de deshielo. No nos debería extrañar que se tambaleé.

Cada vez es más evidente que la globalización nos ha ofrecido muchos beneficios y oportunidades, pero también nos hace más frágiles. La complejidad en un sistema suele llevar aparejada una cara oculta en forma de fragilidad que, de repente, se hace visible cuando menos te lo esperas. Pandemia, crisis de suministros, reventón del precio de la energía, y en esas, por si ya no tuviéramos suficiente, llegó la guerra e hizo trizas la poca normalidad que restaba.

Pero nuestra época –el antropoceno- ya era la era del choque contra los límites planetarios antes del conflicto. El siglo de los límites que lleva avisando la ciencia de vanguardia décadas que iba a llegar ya está aquí. Por eso ya no basta con usar recetas basadas en la sostenibilidad o el conservacionismo. Hemos hecho tanto daño a los ecosistemas que nos nutren y sostienen, que ahora tocaría regenerar. Crear culturas regenerativas. 

Hemos usado tal cantidad de recursos no renovables, que ahora nos toca también aclimatarnos a vivir rápidamente sin una buena parte de los mismos, y esto venía ya siendo palpable mucho antes de que la reciente guerra entre Rusia y Ucrania encareciera el coste de la vida dramáticamente. Y el baile parece que acaba de comenzar.

¿Cómo serían esas culturas regenerativas?

Sin duda tendríamos que hablar de ellas en plural. Pensar que una receta, que un tipo de cultura puede valer para todo y para todas partes sería caer en el error de tratar de uniformizar. Algo muy propio del siglo XX y que no funcionó por obvias razones. Era como pretender conquistar culturalmente. Querer imponer recetas que igual solo pueden triunfar allí donde se originaron, o que como mínimo tendrían que adaptarse. Si os hablan de “trampas en la diversidad”, haceos un favor, no les creáis.

Sin embargo, a pesar de esa necesaria riqueza y variedad de propuestas, sí habría rasgos compartidos entre todas estas recetas: actitud cooperativa, asunción de los límites, intención de agregar y servir al bien común, sanar espacios, personas, criaturas, sin circunscribirse únicamente a los seres humanos. En realidad no hay que inventarse nada, estas culturas llevan mucho tiempo existiendo. De lo contrario no estaríamos aquí. 

Tal y como cuenta Daniel Christian Wahl, el autor de Diseñando culturas regenerativas: “Es importante destacar también que las culturas regenerativas no son algo nuevo a pesar de que parece una innovación disruptiva al discurso dominante de nuestra sociedad en tantos ámbitos de la vida. Todas las culturas indígenas alrededor del mundo cómo participantes en la evolución de la vida y de la humanidad se formaron en co-evolución íntima con las bioregiones y ecosistemas que habitan o habitaron.”

De hecho esas culturas indígenas, que representan en la actualidad apenas el 5% de la población, son guardianas del 80% de la biodiversidad de fauna y flora que aún nos sostiene con vida. ¿Quién es el civilizado aquí?

Históricamente estábamos adaptados a los ciclos. Ahora los hemos roto. Pretendíamos poder vivir con aparatos, frutas y verduras de todas partes del mundo, como si no existieran las distancias o las estaciones, con frío cuando hace calor y calor cuando hace frío, y precisamente en esa ambición nos hemos cargado la estabilidad climática y hemos dilapidado una gran parte de los recursos esenciales. Ahora nos toca, y ojo, puede ser en parte maravilloso, volver a aclimatarnos a unos ciclos que nunca debimos dar por vencidos. Puede ser maravilloso si entendemos el coste que supondría encabezonarnos en algo imposible. Eso puede hacer que entendamos la otra opción como algo necesario y que por tanto hay que tratar de sobrellevar de la mejor manera posible.

Toca rehabitar y rehabilitar pueblos y montes. Toca relocalizar la producción y simplificarla. Toca redistribuir la riqueza, radicalmente. Toca reciclar, sí, también, pero sobre todo toca reducir, reparar, reutilizar. Todas estas son algunas de las ideas de la teoría del decrecimiento, cada vez más evidente, cada vez con más espacio en la cultura popular. El New York Times o la revista Vogue ya le dedican artículos favorables. El último informe de la comunidad científica sobre el cambio climático, el de la ONU, el del grupo II del IPCC, en su versión definitiva, nombra 27 veces una palabra hasta ahora denostada, casi tabú pero que va a ganar cada vez más espacio. Y ojalá lo hubiera hecho antes porque es una de las claves de las recetas de culturas regenerativas. Producir y consumir menos es imprescindible para presionar menos al medio ambiente y a los escasos recursos.

Ya no basta con generar menos impacto degenerativo, necesitamos más cuidado regenerativo. Aterrizar en el suelo y olvidar los vuelos espaciales sinsentido, para poder cuidar tanto la Tierra que nos da la vida como la tierra que nos alimenta.

Las propuestas de regeneración y cuidado de ecosistemas, podrían generar multitud de puestos de trabajo, a la vez que conservarían unos servicios que no tienen precio. A menudo la antropóloga Yayo Herrero se pregunta qué podemos hacer para que se entienda que la fotosíntesis, o la polinización, no hay dinero el mundo con el que podamos pagarlos. Que si los perdemos, lo perdemos todo. Necesitamos potenciar los sumideros naturales de carbono. Reforestar allí donde sea posible con las especies autóctonas o que mejor se adapten, debemos dejar algunas partes del planeta intactas, para que sea la mejor de las maestras, la propia naturaleza la que conserve los ecosistemas. Pero no debemos olvidar que con lo que sabemos ahora al respecto, podemos ayudar a que estos procesos tengan lugar de la mejor manera posible. Solo lo lograremos si, de una vez, cambiamos de sistema económico y dejamos de poner el beneficio a corto plazo en primer lugar.  

About the Author

Juan Bordera

Journalist and content creator.

19 marzo 2022 — Juan Bordera

Dejar un comentario