El quinto límite planetario, la Economía del Donut y el Buenvivir

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Esta es una historia ilusionante.

Una historia de cómo un grupo de nuestros mejores científicos y científicas desarrollaron un marco de pensamiento innovador. Y de cómo éste está cambiando la economía, las ciudades, y en definitiva, el mundo.

Sin embargo también es una historia terrorífica. La historia de una especie que ha conseguido tanto poder que está acercándose a la situación en la que podría autodestruirse y dejar el planeta relativamente inerte, yermo, durante milenios. Un gran poder siempre lleva aparejada una gran responsabilidad. Y, quizá nuestro apetito por relatos de superhéroes sea una pista de algo evidente: no somos de momento una humanidad madura.

En realidad es también la historia de una épica batalla. Entre las ideas que nos hacen avanzar en la dirección correcta –aunque en algunos casos esta pueda ser hacia atrás-, y las que nos hacen dirigirnos hacia lugares desconocidos, pero poco halagüeños. ¿Si te estuvieras dirigiendo hacia un precipicio a toda velocidad, qué sería lo único que podrías hacer?

Tirar del freno de emergencia.

En 2009, un grupo de 28 científicos, liderados por algunos de los más respetados del planeta, como el químico australiano Will Steffen, o el que en aquel momento era el director del prestigioso Stockholm Environment Institute, el sueco Johan Rockström, lanzaron una propuesta que determinaba que había 9 categorías clave para la sostenibilidad de la humanidad en una zona segura. Las categorías eran las siguientes: Cambio climático, Pérdida de biodiversidad, cambios en los usos del suelo, uso de agua dulce, ciclos biogeoquímicos (fósforo y nitrógeno), acidificación de los oceános y agujero de la capa de ozono. En esas 7 categorías se logró determinar su estado. Faltaban por tanto dos para las que aún no había datos suficientes, contaminación por aerosoles atmosféricos y contaminación química de nuevas sustancias.

Al cuantificar el estado de los límites para cada una de esas 7 categorías, concluyeron que ya se habían traspasado 3 zonas de seguridad –dos de ellas las más peligrosas: cambio climático y pérdida de biodiversidad, junto con el ciclo del nitrógeno- , y que el riesgo se multiplicaba a medida que se iban superando las distintas categorías porque se influencian unas a otras, pero que aún había tiempo para arreglar la situación.

A medida que se fue avanzando en el conocimiento se fueron sucediendo las malas noticias: en la revisión realizada en 2015 se superó tanto la mitad que faltaba de los ciclos geoquímicos (la del fósforo) como el cuarto límite: los cambios en los usos del suelo.

Hasta hace unos pocos días.

Un estudio publicado en Environmental Science & Technology acaba de oficializar el traspaso del simbólico quinto límite. Ya hemos sobrepasado más de la mitad, y en este caso, además, por mucho. El límite seguro de la contaminación química por nuevas sustancias ha sido ampliamente rebasado. En esta clasificación entra la contaminación por plásticos y también por otras 350.000 sustancias químicas sintéticas que incluyen pesticidas, antibióticos y otros componentes industriales.

Debido a su permanencia, hasta en el Ártico o la Antártida podemos encontrar estos subproductos del “progreso”. Pero lo más estremecedor sin duda es que se han encontrado microplásticos hasta en la placenta de una mayoría de las embarazadas sujetas a un estudio realizado en un hospital en Roma. El equipo de la Universidad de Ancona encontró microplásticos en 4 de las 6 mujeres del estudio.

Al menos la reacción está llegando. Lenta, tarde, pero está llegando. Aquí es donde comienza lo positivo de esta historia: a medida que los límites se fueron cuantificando, han empezado a surgir o a ganar fuerza dos ideas que han llegado para quedarse, y para ayudarnos a gestionar una transición a un modelo más sostenible. La Economía del Donut (o la rosquilla) y el Decrecimiento o Buenvivir.

El mismo modelo visual de los límites planetarios dio forma a una teoría que está en auge, la Economía del Donut. En esta propuesta, la rosquilla sirve como marco para marcar los límites del ecosistema concreto que se quiera analizar (parte superior/exterior del donut) y los mínimos de calidad de vida de las personas que habitan ese hábitat concreto (parte inferior/interna de la rosquilla). Hay que permanecer en el interior de los límites de la rosquilla para proporcionar calidad de vida dentro de los límites del ecosistema, así de simple.

Esta propuesta ya está siendo aplicada en varias ciudades como Amsterdam o Barcelona, y parece tener un futuro brillante por su capacidad visual de divulgación y cuantificación. Está muy relacionada con la economía circular y con la otra propuesta que he anticipado.

A lo que en occidente se le llama decrecimiento, en América Latina se le denomina “buenvivir”. Y la explicación de la diferencia de nombres es obvia. En el mundo rico hemos de decrecer o acabaremos convirtiendo en zonas de sacrificio otras (más) partes del mundo para lograr mantener nuestro nivel de vida intacto. En América Latina, donde sufren parte de las consecuencias de nuestro modelo intensivo en recursos basado en el extractivismo, no necesitan decrecer. Lo que necesitan es vivir bien. Una propuesta que incluye recetas tan sabias como trabajar menos horas de jornada –decrecer en eso suena bastante bien-, reducir el uso de materiales, reciclar más, reutilizar, etc…

Pero todas estas propuestas solo podrán ser alcanzadas fuera del marco del capitalismo, porque el capitalismo necesita crecer como un humano respirar, y hemos llegado a los límites de la rosquilla.

Nuestro planeta está pidiendo a gritos que alguien tire del freno de emergencia.

En Netflix podemos ver el documental Breaking Boundaries, que analiza los puntos de no retorno en los límites planetarios de una forma gráfica y visual. Y nos ayuda a comprender que ha llegado el momento de asumir que menos es más. Que reducir puede significar aumentar la calidad de vida. Que decrecer en lo económico y material puede ser la única manera de crecer de verdad, como humanidad, a tiempo de hacer frente al reto de nuestra era.

Es tiempo de mirar arriba, como dice la película del momento. Entender que es como si estuviéramos subiendo una escalera y viéramos que se termina, lo cual nos deja dos opciones: seguir subiendo hasta caernos desde lo más alto, o asumir que la escalera es finita y que nos toca descenderla. El descenso puede ser hasta divertido si lo planificamos y organizamos bien. La alternativa no lo será tanto.

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Juan Bordera

Journalist and content creator.

26 enero 2022 — Juan Bordera

Comentarios

Agus

Agus dijo:

Muy interesante!!
Me recuerda a lo que dijo Ray Dalio (experto en ciclos económicos), “vamos a un sistema en el que seremos felices sin nada”.
Veo una conexión directa con el decrecimiento que se comenta en este post y lo que viene a decir este tipo, sumando las tendencias digitales (crytpo, metaversos, nft, moda virtual), todo parece que el camino es ese, esquilmar menos el planeta pero seguir una cultura del consumo masivo.

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