¿Felices años '20?
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Los felices años veinte del siglo pasado
supusieron un destello fulgurante de expansión económica irradiada desde Estados Unidos al resto de Occidente y propiciaron un clima de euforia y confianza ciega en el sistema capitalista. La necesidad de dejar atrás los dramas vividos en la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y la injustamente llamada ‘Gripe española’ que dio comienzo justo en los últimos meses de la Gran Guerra, se alió con la llegada de adelantos técnicos y los cambios en las costumbres sociales para conformar el nuevo espíritu de la modernidad. Una época ligada a la fiesta, el derroche económico y el desenfreno sexual. Salvando particularidades y distancias, son varias las voces desde el entorno académico las que pronostican una repetición de unos ‘años locos poscovid’.
Antes de seguir estableciendo paralelismos cabría reflexionar si aquellos años fueron tan felices como el recuerdo que la cultura popular se ha encargado de fijarnos.
Tras la quimera de prosperidad simbolizada por glamurosas juergas sin fin a ritmo de jazz o charlestón, se ocultaba el avance de los totalitarismos, la amenaza de un nuevo conflicto bélico de enormes proporciones y una burbuja especulativa que acabaría explotando en el crack del 29, llevándose por delante las ensoñaciones que habían caracterizado a esta opulenta época de audaces cortes de pelo a lo garçon y rascacielos art decó.
Aquí (y ahora) los comenzados años veinte lastran un episodio en evolución y no resuelto. Tras más de medio año de restricciones y modificaciones en nuestras conductas sociales, el anhelado momento en el que la pandemia quede atrás mecerá una gran celebración que comienza a imaginarse en la cabeza de muchas personas. Aunque tratándose de una pandemia tal vez ese momento sea difuso en lugar de abrupto, y haya precauciones sanitarias que tengamos que seguir manteniendo. Sin duda la humanidad está afrontando uno de sus mayores retos librando la batalla contra el SARS-CoV 2, y la creación de las distintas vacunas en un tiempo récord supone un hito científico sin precedentes. Sabemos que los próximos años serán cruciales pero no son los únicos desafíos a los que nos enfrentamos. La crisis energética y la emergencia climática condicionarán nuestro modo de vida y precisan de la acción conjunta y decidida de la ciudadanía y los gobiernos para minimizar su impacto. Mucho tecno-optimismo y fe en el sistema hay que tener para pensar que podremos seguir exprimiendo los finitos recursos del planeta sin consecuencias.
El epidemiólogo e investigador de sociología de la Universidad de Yale Nicholas Christakis opina que la actual etapa en la que se encuentra la pandemia se prolongará al menos hasta finales de 2021, después vendrá un período de transición y en torno al 2024 entraremos en la pospandemia. Tras completarse la recuperación económica, la sociedad podría adentrarse en una fase que, con matices, podría asemejarse a aquellos roaring twenties. Christakis espera que nuestra tendencia socializadora se acelere a medida que la economía y las artes prosperen. “La gente buscará incansablemente las interacciones sociales".
La lógica nos dice que tras refugiarnos en nuestras casas y reducir de manera drástica nuestros encuentros con otras personas, vayamos recuperando nuestros espacios de sociabilización, pero en el plano íntimo es posible que se entrecrucen distintas dinámicas.
Por un lado, un posible frenesí sexual surgido de la necesidad por sentir alivio tras la reclusión, y por otro, un recelo a cruzar ciertos umbrales de contacto físico. La comunicación a través de las pantallas nos ha instalado en una pereza social hacia las relaciones físicas “reales” de la que nos costará desprendernos.
Esta pantallización de las relaciones sociales, este Screen New Deal como lo definió Naomi Klein -que el confinamiento aceleró e instauró- ha hecho que muchas personas encuentren su acomodo en la virtualidad, lugar de más seguridad. Pero el ser humano es humano en su relación con el resto del mundo, en el contacto físico con los demás, y es en esa relación directa donde ocurren cosas porque existe implicación. Esto es lo que defiende Francesc Núñez Mosteo, experto en sociología de las emociones y director del máster de Humanidades (UOC) al estudiar el devenir de las relaciones en tiempos pandémicos. La interacción física, la presencia de los cuerpos genera vínculo, compromisos y en general, sabiduría de vida.
Ese quitar el pie del acelerador que supuso el encierro también nos sirvió para sentir más las cosas.
La presencia del virus y las restricciones que conlleva nos han exigido repensar nuestras relaciones e interdependencias, haciendo que seamos más selectivos y creando núcleos cercanos más reducidos en los que sin embargo se ha podido profundizar más entre sus miembros. Así lo analiza Carme Guillén, coordinadora del grupo de psicología y sociedad del COPC (Colegio Oficial de Psicología de Cataluña), haciendo distinción entre cómo ha afectado y afectará según el momento vital o situación personal. Tendrá diferente huella para personas maduras que viven en pareja que para las que les gustaría encontrarla, o para las que entran en la adolescencia, con todo un mundo por descubrir.
La propia noción de “sexo seguro” exige una redefinición. Si bien antes era entendido como el uso de métodos profilácticos para evitar la transmisión de enfermedades, en el momento actual en el que una aproximación física, incluso carente de contacto tiene la potencial capacidad de transmitir el virus, este concepto se torna más complejo. Es tarea de cada cual determinarlo y averiguar qué requisitos necesita que sean cumplidos para sentirse seguro. La segunda parte es compartirlos para conocer los de la otra persona y ser capaz de negociarlos. No hay problema en preguntar por temas como qué uso suele hacer de la mascarilla, a qué situaciones de riesgo se enfrenta en su día a día, cómo de amplia es su burbuja social, o incluso plantear la realización de una prueba antes de un encuentro. Comunicación, honestidad y empatía para poder alcanzar la tranquilidad y una vez obtenida… dejar que todo arda con la chispa adecuada.
No sabemos lo que nos depararán los años de esta estrenada década, ni en qué se parecerán o alejarán de los del siglo pasado, pero si algo nos promete la humanidad es el constante cambio, la obligada adaptación para sobrevivir, al tiempo que nos enfrenta a problemas parecidos y recurrentes, como crisis económicas, tensiones políticas, pandemias. “Viejos conocidos” a los que se sumarán otros nuevos, y a los que tendremos opción a darles respuesta. De cuál de las posibles alternativas elijamos dependerá nuestra suerte como colectivo, ese mismo al que tanto empeño tenemos en fraccionar pero que comparte el mismo suelo y cielo.