La desobediencia civil para tener futuro
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Si queremos evitar un desastre climático y energético de proporciones épicas vamos a necesitar usar mucho una herramienta muy antigua, pero que nunca pasa de moda. La desobediencia civil está volviendo con fuerza. Por eso más de 1000 miembros de la comunidad científica han pasado a la acción hace pocos días, en más de 25 países. Para mandar un mensaje muy claro y contundente: con hacer informes y documentar la catástrofe no basta. Ha llegado el momento de pasar a la acción.
Porque igual no has pensado que, si trabajas un máximo de 8 horas al día es gracias a que gente valiente un día dijo basta a la semiesclavitud, y se organizaron para combatirla. Sin duda habría que ponerla en práctica otra vez para llegar a 6 horas diarias o reducir un día de trabajo. Tenemos que conseguir usar menos energía y materiales. Producir y consumir menos. Eso lo podríamos hacer simplemente ganando tiempo libre.
Porque si eres mujer y vives en un país que permite que votes, es gracias a que muchas mujeres se organizaron y lograron que este derecho fuera reconocido. En 1913, más de mil mujeres habían sido ya encarceladas en las prisiones inglesas, acusadas de cometer actos ilegales en el marco de la lucha por el sufragio femenino. Este derecho aún no se ha logrado en Arabia Saudita.
Casualmente, o tal vez no, ese país es uno de los principales criminales ecológicos, ya que sus intereses estratégicos en la industria de los combustibles fósiles están retrasando la acción necesaria para evitar que desaparezca la estabilidad climática, esa que nos ha permitido prosperar como civilización. Una estabilidad que según todos los estudios pende de un hilo ya muy fino y que habrá que defender con más fuerza si no queremos perderla.
Porque si eres de una minoría, aunque sigues teniendo muchas más posibilidades de ser tratado o detenido injustamente, o de vivir con menos renta de la que goza la media de tu país, la mayor parte de tus derechos se lograron desafiando a un orden establecido que era injusto y te discriminaba.
Porque la física y activista Vandana Shiva resumió con maestría lo que subyace a todos estos casos: a veces, no se trata de desobedecer a una ley, sino de obedecer a una ley superior.
Existen ejemplos de desobediencia civil y de acción directa no violenta desde hace miles de años. Siempre han existido leyes injustas y, evidentemente, nadie en su sano juicio duda ya de que la ley muchas veces no es lo mismo que la justicia.
Ya en el año 494 antes de nuestra era ocurrió un suceso conocido como “La huelga de los plebeyos” en el que mediante la no cooperación con el poder, se mejoró de forma importante el estatuto de una parte de la población romana. Y, sin duda, existen antecedentes anteriores.
En nuestra era moderna dos son los grandes precursores: el filósofo francés Étienne de la Boétie, quien en 1574 con su obra Discurso sobre la servidumbre voluntaria ya argumentaba sobre la carencia de legitimidad de la autoridad: “toda servidumbre es voluntaria y procede exclusivamente del consentimiento de aquellos sobre quienes se ejerce el poder”.
Pero fue en 1846, cuando el escritor y filósofo Henry David Thoreau iba a comenzar a darle color y forma a la idea moderna de la desobediencia civil. Tras comenzar a vivir en una cabaña que él mismo había fabricado en el terreno de su amigo, el también filósofo y escritor, Ralph Waldo Emerson, para tener tiempo y calma para depurar su escritura y estar en contacto con la naturaleza, Thoreau tuvo un encuentro con el recaudador de impuestos local, quien le exigió que pagara los seis años de impuestos que debía a las arcas del Estado. Un Estado (Estados Unidos) que por esas fechas estaba inmerso en una guerra con México y que toleraba la esclavitud. Thoreau se negó a pagar argumentando que no pensaba colaborar con un estado esclavista y bélico. Y por ello, pasó la siguiente noche en la cárcel.
Salió inmediatamente porque alguien cercano, su tía probablemente, pagó la multa en contra de su voluntad. El quería permanecer entre los barrotes. Argumentaba que: “bajo un gobierno que encarcela injustamente a cualquiera, el hogar de un hombre honrado es la cárcel”.
En los primeros meses de 1848 impartió conferencias sobre Los derechos y deberes del individuo en relación con el gobierno y en 1849 se publicó el Ensayo sobre la resistencia al gobierno civil que luego se convertiría en el ensayo más famoso sobre Desobediencia civil de la historia, y que contaba con perlas como «el hombre es rico en proporción a la cantidad de cosas de las que puede prescindir». Esa obra fue la que más influyó en Gandhi, a la hora de poner en práctica unos métodos que tuvieron poco éxito en el tiempo de Thoreau, pero que gracias a la magia de los libros, cruzaron tiempo y océanos para ser puestos en práctica con mucho éxito en la India de la descolonización. A veces un escritor simplemente siembra, para que otros recojan.
También las Sufragistas, Rosa Park, Martin Luther King, Mandela o Desmond Tutu han usado algunas de las tácticas que provienen del análisis de Thoreau. Y han ayudado a modelar la sociedad a mejor, cambiando y derogando leyes injustas, gracias a la práctica de la desobediencia civil.
En la actualidad ha llegado el momento de volver a usar estos métodos con mucha urgencia. Por eso han surgido movimientos como Extinction Rebellion (Rebelíon contra la extinción), Scientist Rebellion (Rebelión Científica) o Just Stop Oil (Simplemente paremos el petróleo) entre otros.
Estamos ante un momento crucial. En los próximos años se va a determinar si sostenemos nuestra civilización –no tenemos ni una década para cambiar- o dejamos que se derrumbe bajo el peso de todo lo que hemos pretendido sostener. Sostener un crecimiento infinito en un planeta finito era absurdo desde el principio. Pero ahora ya es imprescindible abandonar esa idea, una quimera imposible que nos está condenando a chocar contra unos límites planetarios que son los que son y que no admiten negociación. Una idea que si nos encabezonamos, si no pasamos a la acción para cambiar a tiempo de adaptarnos, puede acabar incluso con la vida en la Tierra.
Comentarios
Marta Ramos González dijo:
Buenas noches, Juan:
Suscribo lo que has escrito. No puedo más que subrayar que soy muy consciente de que sin las luchas pasadas e inclusive los sacrificios de muchas de las personas a las que has nombrado, la Humanidad no hubiera conquistado muchos de sus derechos. Derechos que por cierto, siempre están en peligro de irse al garete, si no se está vigilante.
He estado en alguna de las charlas en las que estabas presente, junto con otras personas relevantes en esta lucha en la actualidad. Es más, me informo todo lo que puedo, leo, sigo algunas conferencias en redes, leo a gentes que yo considero cualificadas en redes y, lo que es más, “me pringo” y doy mi opinión. Estar bien informado es positivo en muchos sentidos. Solo hay una parte negativa, si lo haces por libre, tiene un considerable coste. Coste de tiempo porque separar “la paja del grano” conlleva efectivamente, eso, tiempo y esfuerzo. Y algo más, preocupación, que si no se convierte en acción conlleva efectos negativos como la parálisis.
Creo que canalizar eso de la ecoansiedad, el ecoenfado, o la preocupación, en colaborar junto con otras gentes en alguna acción o voluntariado es positivo, no solo personal, sino socialmente.
EN DEFINITIVA: si queréis que colabore en algún sentido con vosotros, os dejo mi mail para que contactéis conmigos. Muchas gracias por todo,
Marta Ramos González.