La generación sin futuro y los Next Generation
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¿Tenemos futuro? Nuestra generación parece habitar en un espacio entre grandes crisis y padece todo tipo de ansiedades e incertidumbres. Incluso algunos nos han llegado a llamar con cierto desprecio la generación de cristal.
Ecoansiedad, burnout, aumento de la depresión, de la tasa de autolesión y de la insatisfacción. Pero, ¿y si la situación emocional fuese simplemente la reacción parcialmente inconsciente a un estado de inseguridad que percibimos cercano, ya a la vista?
La guerra ha acabado de crispar un ambiente que ya venía enrareciéndose por la pandemia y la sucesión de crisis que se están agolpando a las puertas de un sistema que se muestra cada vez más inestable. La acumulación de tantos problemas no parece augurar buenas perspectivas para –casi- nadie en este planeta.
A la vista de que las recetas de austeridad que se defendieron en la anterior crisis no funcionaron, al menos ahora pareciera que se va a optar por otro tipo de ideas. Pero, ¿es realmente así? ¿Existe una verdadera intención de aprender de los errores del pasado? Examinemos con cuidado algunos hechos que han ido ocurriendo.
Los fondos NextGenerationEU son las ayudas que la Unión Europea ha propuesto para ayudar a la recuperación pospandémica y acelerar la transición ecológica y energética –de esos fondos, más de 140.000 millones de euros le corresponden a España, aproximadamente la mitad de ellos en forma de préstamos.
El principal problema es que se trata de un plan hecho a la medida del sector privado. Va a suponer una transferencia de fondos públicos hacia las grandes empresas, que en muchos casos, además, son las responsables de no haber realizado la transición a tiempo y haberse lucrado más con el mantenimiento del mismo sistema que ahora se muestra débil, repleto de agujeros. Es un plan gatopardista, que cambia poco para que nada cambie realmente.
Se inventa una figura los PERTE, que como explican las investigaciones de Bayas, Martín Sosa y Flores: “El Real decreto-ley crea una nueva figura de colaboración público-privada: los Proyectos Estratégicos para la Recuperación y Transformación Económica (PERTE), para la ejecución de los proyectos de inversión dotados con fondos europeos. Los PERTE forman parte de un formato de “economía mixta”, muy poco regulada en el Estado español, en el que el sector público asume los riesgos y responde con garantías mientras el sector privado recibe los beneficios por la construcción y/o gestión de bienes o servicios.”
Con lo cual, y respondiendo a las preguntas anteriores, no dudéis ni por un segundo. Eran preguntas retóricas. Hemos aprendido poco de los errores del pasado porque no nos atrevemos a reconocerlos. De hecho, incluso estamos cometiendo nuevos.
Hace unos pocos meses, y con un año de retraso, se puso en marcha la Asamblea por el Clima en España. A imagen y semejanza de otras como la francesa, que fue la primera, este proyecto de democracia participativa podría haber ayudado mucho más de lo que lo está haciendo. Y guarda relación con la asignación de los fondos de reconstrucción europeos, porque, de haberse habilitado antes, y con más competencias, la Asamblea podría haber ayudado a asignar estos fondos mejor y a evitar que sobre todo se beneficien de ellos unos pocos. Los de casi siempre. Las grandes empresas que tienen lazos muy directos con los partidos políticos tradicionales. Atentos a este dato al que volveremos luego.
Sin embargo con la Asamblea está ocurriendo algo muy curioso, no se la está publicitando en absoluto. Un proyecto en el que hay mucha gente potente implicada, expertos de prestigio como el premiado ecólogo Fernando Valladares, think tanks, organizaciones no gubernamentales y el propio Gobierno que la ha financiado. Y, sin embargo, no se la está dando a conocer nada. Ni una campaña mediática para algo así. Ni un programa de la tele pública para informar a la población. Nada. Y la respuesta es muy obvia: al poder no le interesa.
Resumidamente, el funcionamiento de la Asamblea es el siguiente: 100 personas elegidas por sorteo representativo son asesoradas y formadas para proponer al Congreso una serie de medidas que puedan ayudar a sortear la crisis energética y la transición ecológica. Poner a funcionar la inteligencia colectiva para transitar con velocidad parecía –y es- una buena idea, ya lo contamos aquí con más detalle.
Como se ha visto en otros países, esta es una forma fantástica de que se lancen propuestas valientes que los partidos políticos no se atrevían a hacer. Excusándose siempre en que no encontrarían respaldo entre la población, las transiciones han ido muy lentas, por eso tenemos tal acumulación de problemas. Pero ahora sí podrían tener ese respaldo, y venir legitimados por un proceso con precedentes exitosos de formación y deliberación en muchos lugares del mundo, ni siquiera se trata de innovar.
¿Entonces cuál es el problema? Que los partidos políticos no quieren promocionar demasiado un sistema que viene a evidenciar lo problemático, lento e inútil que es un muchas ocasiones el sistema de partidos actual. La excusa de que no conocemos un sistema mejor que la democracia actual no es cierta. Lo conocemos. Hay ejemplos que muestran el potencial de estos procesos deliberativos, que pueden culminar incluso en Procesos Constituyentes, como el que está ocurriendo en Chile para cambiar la constitución, pero que jamás pueden ocurrir aquí mientras no nos atrevamos siquiera con los pasos previos.
Por eso es tan importante entender la relación entre todos estos hechos: sin democracia participativa las grandes empresas se sienten más seguras y los partidos políticos menos amenazados por una alternativa que vendría a mejorarlos o incluso sustituirlos, pero nos estamos quedando sin tiempo, y por tanto, sin futuro.
Curiosamente a estos fondos se les denomina Next Generation, cuando en realidad son simplemente un intento por salvar a las grandes empresas de la actual generación, aunque eso vaya a suponer condenar a las siguientes.