La distopía de la guerra
Que una guerra es una situación distópica es algo en lo que podemos estar de acuerdo sin la necesidad de haber vivido en primer persona esa traumática experiencia. La guerra es lo contrario a la vida normal, y la sucesión en cadena de acontecimientos “anormales” que se dan en ellas así lo demuestra. Por muy lejanas que nos parezcan, a veces ocurre un hecho disruptor de la realidad, de ruptura de la armonía, y de repente de un día para otro ya las tenemos ahí instaladas. Con la actual guerra en Ucrania estamos viendo imágenes propias de películas y no sólo bélicas. En la película La carretera de 2009, dirigida por John Hillcoat y basada en la novela distópica del estadounidense Cormac McCarthy, se narra el periplo de un padre con su hijo a través de la inmensidad de un paisaje devastado y abandonado, literalmente abrasado por lo que parece un holocausto nuclear, tratándolo de poner a salvo de todos los peligros. Un escenario aparentemente muy alejado de la cotidianeidad que sin embargo para una familia ucraniana que se haya visto forzada a refugiarse fuera de su país, esta imagen puede estar más lejos de la alegoría que de la realidad presente que le está tocando vivir.
Al otro lado, desde la comodidad de nuestro salón, compartimos incesantemente memes sobre la guerra, sobre Rusia, o sobre la escasez de productos y encarecimiento de otros, que el conflicto está provocando. A una velocidad y frivolidad pasmosa, tanto como nos lo permite la fibra óptica y el 5G, sin tener mucho en cuenta que algunas de estas chanzas les puedan llegar a ellos. Un mundo sin duda curioso el que nos está tocando vivir, en el que hasta ahora la guerra se colaba con el formato de periódicos, radios y televisores. Ahora estamos en otra fase tecnológica, y todos llevamos en nuestras manos un constante receptor y emisor de información. Desde allí se siguen usando las redes para denunciar lo que está ocurriendo, y una nueva generación lo está haciendo, pero con el lenguaje propio de los adolescentes o jóvenes de su época, con sus mismas claves de humor ácido, crítico y posmoderno.
Un ejemplo es el de la joven tiktoker de 20 años @Valerisssh (Valeria), que desde Chernígov retransmite su visión de la guerra como denuncia ante el mundo, pero también como terapia ante el horror vivido. Fotógrafa de profesión, relata la tragedia de edificios destruidos por los bombardeos, las calles desiertas de personas y los búnkeres en el subsuelo llenos. Por el contrario que pueda parecer, su narración no tiene un tono dramático, sino divertido. Con el lenguaje propio de su generación, usando música, filtros y todo tipo de bromas, eso sí, cargadas de una abundante dosis de sarcasmo, que imitan a los vídeos de más tendencia en esta plataforma. Ya cuenta con casi medio millón de seguidores y sus publicaciones suman más de 14 millones de “me gusta”, con vídeos virales de 29 millones de reproducciones en unos pocos días. Vídeos con títulos como “Tú vives en Ucrania y rezas cada día para que tu piso no sea destruido por una bomba rusa” con música de Daft Punk de fondo, “Típico día en Ucrania” donde aparece corriendo por la calle mientras hace el signo de “todo está correcto” con las manos de manera irónica, u otros donde bromea con que Putin les está reformando la ciudad y se lo agradece. No hay impostura, es su manera de expresarse y el de toda una generación. Es su forma de continuar su “normalidad”, haciendo vídeos por las mismas calles por donde los hacía un mes de manera normal. Tan sólo ha cambiado la situación. Su caso no es aislado. Puede que esta sea la guerra de las guerras de las redes sociales.
Si hasta hace pocas décadas, las guerras y su crónica eran cuestiones reservadas a gobiernos, que daban su información sesgada, parcial o directamente manipuladas de los hechos, en forma de propaganda, y solo el valiente trabajo de corresponsales a pie de calle, podía arrojar un poco de luz a la verdad, que como en la frase atribuida al senador norteamericano Hiram Johnson en 1917, en el contexto de la Primera Guerra Mundial, es la primera víctima cuando llega la guerra.
Desde que contamos con teléfonos inteligentes móviles capaces de registrar fotografías y vídeos y enviarlas al instante, o incluso a hacer streaming a tiempo real, cualquier persona puede ejercer de testigo, con bastante más credibilidad de lo que lo pueden hacer algunos medios de información, plegados a los intereses financieros de sus dueños. La verdad tiene más grietas por la que fluir, pero a su vez, se da la paradoja de que en la guerra donde más deberíamos poder estar informados, por los medios tecnológicos de los que disponemos en la actualidad, es a la vez en la que más está imperando la desinformación y las Fake New’.
En los medios periodísticos profesionales, que deberían ser garantes de una información veraz y contrastada, se están haciendo pasar como actuales imágenes ocurridas años atrás y no solo en la misma zona, sino en diferentes latitudes. Es más, las explosiones de un accidente industrial en China de hace unos años fue hecho pasar como un bombardeo ruso, y hasta aparecieron las imágenes pertenecientes a un videojuego (War Thunder) mientras la presentadora relata que se trata de un avión ruso bombardeando una ciudad y las defensas antiaéreas ucranianas lo derriban.
Entiendo que los lectores tienen la suficiente madurez como para asumir que esto no se trata de ningún blanqueamiento ni justificación de las atrocidades reales que sí que están pasando. Es un alegato a la verdad y la transparencia que nos merecemos como ciudadanos de este lugar llamado mundo. Volviendo al tema, la distopía sigue floreciendo a cada instante, como en los reportes de soldados rusos utilizando la famosa app para ligar Tinder, y desvelando así accidentalmente su posición. Para ligar con ucranianas en plena invasión sin pensar tal vez, que esto sea lo último que les interesa a ellas. Así lo testimoniaba Dasha Synelnikova, una joven ucraniana residente en Kiev que movida por la curiosidad modificó la configuración de su ubicación en la app a la ciudad de Járkov y ante sus ojos comenzó el desfile (militar) de decenas de perfiles de soldados rusos buscando el amor entre la guerra, y sin ocultar el look castrense para conseguirlo. La inteligencia militar ucraniana se dio cuenta de este fenómeno de “concentración amorosa” en el norte de la localidad que apuntaba a algún tipo de ofensiva inminente, y hasta el Kremlin tuvo que intervenir para que cesara esta surrealista actividad.
Otra curiosidad propia de estos tiempos, es la proporcionada por Google Maps, que indicaba atascos en los tramos de carreteras con una fuerte presencia de convoyes militares. Esto ayudaba ha ayudado a los civiles ucranianos a buscar refugio sabiendo donde se encuentran las tropas invasoras. Incluso se adelantó a descubrir la entrada de Rusia en Ucrania, de madrugada, anticipándose a los informes oficiales. Así lo aseguraba The Washington Post.
Pero en esta distopía también hay cabida para la esperanza, como la mostrada en el video viral publicado por la periodista india Ankita Jain, donde se muestra a varias familias de refugiados ucranianos en lo que parece ser una especie de búnker antibombas. De entre todos ellos, una niña interpreta de manera emotiva y a viva voz, el tema principal de Frozen de Disney. La voz de la pequeña comienza a ganar la atención del resto de adultos que callan para escucharla que rompen emocionados en aplausos cuando termina. Casi seis millones de reproducciones en poco más de un día y un alcance totalmente global. A lo mejor los adultos nos deberíamos fijar más en ellos (en los niños), y seguramente no llegaríamos a las situaciones a las que llegamos y les condenamos a vivir.